Es que no soy especial, el siglo y el progreso han entrado y les abrimos la puerta, trabajamos por un sueldo pequeño y el sueño de aquel universitario tirado en el césped lo invadió el desempleo y la mala educación. Es que ya no somos especiales ni valiosos como el papel que dice al jefe lo que somos, un posible prospecto, un producto de mediana calidad para su empresa roída por el dinero y la publicidad.
Es que nos “observan” andar sin brillo, esperando en la esquina el camión que nos lleve a la siguiente entrevista y un joven nos reciba con la sospecha de que no le serviremos para nada y que en cinco minutos verá nuestra espalda húmeda tocar su picaporte recién lustrado; ese joven no fue nuestro compañero, él conoce lo que es una beca prestigiosa, el salón de clases con aire acondicionado, los maestros con sus menciones honoríficas guardadas en el maletín suizo, los proyectores último modelo, las computadoras con logo actualizado, conoce la mano abierta del empleador, la llamada secreta al compadre que es político o empresario local y que vive cerca del cerro donde su gente por las tardes y los domingos va a caminar, el conoce las áreas exclusivas, los cafés con personalidad y aroma de franquicia extranjera; no, él no conoce el cine de veinte pesos donde los estudiantes van a besarse y a consumir palomitas altas en grasas saturadas, no conoce la biblioteca cuando está más sola, no sabe dónde se esconde el tomo donde Alfonso Reyes habla de las categorías de lectura, no lo sabe, por eso extiende su mano a medias una y otra vez porque nada sabe por sí mismo, lo aprendió por ahí, en alguna universidad de renombre en la que sus administradores se pasean de lado o miran desde su oficina los centros comerciales.
No, él nada sabe de subirse al camión en el centro de la ciudad o de reparar la bastilla de su pantalón negro y el broche de su mismo maletín, qué sabe de correas rotas, de libros fotocopiados y del regateo en la calle de los libros usados, no sabe y no le importa ya que su último sueño está por cumplirse, el anillo de compromiso ya está pagado y en la puerta, sobre aquél picaporte, ya está su nombre, su gran proeza está por consumarse y consumirse. Él poco sabe, tiene razón, por qué tiene que importarle el destino de todos, la reflexión, la creatividad, el pensamiento, el valor, la pasión, el coraje, el tiempo, el arte, el sentido común, el criterio propio, etcétera, etcétera, etcétera…
Teresa Cuello. (Miss Neck)
24 de abril de 2009.
domingo, 3 de mayo de 2009
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
todos... todos... todos... comadre, como que lo que mas mal te cae es subirte al camión vdd?? jejeje, ¿en los etcéteras cabrá la libertad? toda una vida ya hecha este que no sabe de nosotros... pero a veces ni nosotros sabemos de nosotros no??... bueno chido por tu texto, atte tu compadre
ResponderEliminarasí es, There, no lo somos, andamos en busca de esos moldes que prometió platón que exitían..
ResponderEliminarni pex, la cruz es la cruz
un abrazo, THHHHere