lunes, 29 de junio de 2009
¡Viva Vasconcelos, cabrones!
Hace medio siglo murió José Vasconcelos. Y aún nadie entiende que fue nuestro más grande escritor.
De chamaco recibí el fulminante influjo de un maestro de primaria que me hizo creer que Vasconcelos era más importante que Zapata. En mi pubertad mental, por supuesto, me rebelé: muté alfonsino. He querido corregirme. Pero lo alfonsino es una tifus.
Lo alfonsino es el gran error de la letritis mexicana. Elegimos a Alfonso Reyes como modelo. Olvidamos a Vasconcelos.
Reyes —también muerto en 1959— era literato. Le preocupaba el menú temático, la buena cita, el pundonor retórico, en suma, la pequeña estética. Vasconcelos, en cambio, como Fray Servando, no tenía páginas sin vehemencia. Era un intenso. En un país mediocre lo intenso —plop— se queda intonso.
Entrañable para sí, Vasconcelos era un frenético del Absoluto. E inventó una forma de ser escritor mexicano. Quiso ser, además, presidente pensante. Estuvo a punto. Pero vaya fraude.
Quiso arreglar —oh todología— la historia completa del pensar. Vasconcelos no escribía: avorazaba. ¡Cuánta babosada se ha dicho sobre él!
He descubierto —¡tengo las pruebas! ¿O he enloquecido?— que Vasconcelos era el mismo tipo psicológico que Nezahualcóyotl, Nietzsche, Miller y Kerouac.
Gaoísmos ha habido muchos, pero México ha sido ingrato con Vasconcelos, su único filósofo.
Ni sus encariñados han comprendido que innovó segmentos de la filosofía. Creo que ni él se dio cuenta. Bergsoñaba.
Ya se hizo regla que cuando alguien escribe sobre Vasconcelos o lo alaba por heroico o lo critica por mala pluma y peor filósofo. Pura ironía pinchérrima.
Paz no quiso darle su lugar. Prefirió canonizar escritores putetes a reconocer que su inteligencia no era tan creativa como la del a veces silvestre Vasconcelos, que tuvo legión de ideas mientras Paz tenía que robárselas de algún Monte de Piedad. Sus obras completas, por supuesto, no se han reeditado. La edición, bastante incompleta (…desnazificada) que existe hoy sólo se encuentra en librerías de viejo. ¿Qué podía esperarse de un país como éste?
Y aunque las editen, los mexicanos no están preparados aún para Vasconcelos. Le encontrarían puros peros. En este tiempo indigno —de escritores autocensuraditos y de Bellas Artes Big Brother— es mejor que no se le mencione. Todo este año he pensado si escribir o no este ensayema, porque escribir sobre Vasconcelos en esta época quizá colabora con la homenajitis oficialista que organizan los analfabestias, que aunque lo leyesen no entenderían uno solo de sus principios. A medio siglo de muerte física, no ha llegado el día de su nueva vida. Quizá en un siglo, cuando los asesinos se marchen. Vasconcelos fue varios. El sueño vasconceliano, uno: una escritura extática y una cultura cósmica.
La futura revolución mexicana será vasconceliana.
Heriberto Yépez
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